La burbuja japonesa de los 80 vs. los mercados de EE.UU. hoy: paralelismos y lecciones

El S&P 500 parece estar entrando en una fase de “blow-off top” —un tramo final eufórico de subidas rápidas que suele anticipar techos de mercado de varios años. Podría extenderse más de lo esperado antes de un desenlace.

En la segunda mitad de los años 80, Japón vivió una de las burbujas financieras más espectaculares de la historia: un auge simultáneo de acciones y bienes raíces que terminó en colapso y dejó cicatrices económicas durante décadas. Hoy, muchos analistas ven señales parecidas en Estados Unidos: valoraciones bursátiles elevadas, precios de vivienda récord y años de dinero barato que alimentan la especulación. Veamos qué podemos aprender al comparar ambos momentos.


Japón en los 80: ascenso meteórico y caída brutal

La llamada “economía burbuja” japonesa se caracterizó por el alza vertiginosa de activos financieros e inmobiliarios, seguida de un desplome histórico. Algunos datos clave:

  • Euforia bursátil: El índice Nikkei 225 llegó a casi 39.000 puntos a fines de 1989, un récord que tardó más de 30 años en volver a superarse. Entre 1988 y 1989 el índice subió cerca de 80%, con múltiplos de valuación que superaban cualquier lógica (hasta 60 veces ganancias).
  • Fiebre inmobiliaria: En 1989 el valor total del suelo japonés se estimaba cuatro veces mayor al de todo EE.UU., a pesar de que la economía nipona era mucho más pequeña. El mito más famoso: que el terreno del Palacio Imperial de Tokio valía más que el estado de California.
  • Dinero barato y exceso de confianza: El Banco de Japón mantuvo tasas muy bajas tras el crack de 1987 en EE.UU., lo que impulsó crédito fácil y especulación desenfrenada, desde subastas por obras de Van Gogh hasta compras de propiedades icónicas en el exterior.

El estallido fue devastador: las acciones perdieron más de 80% en la década siguiente y los precios de la tierra se desplomaron durante años. Japón entró en la llamada “década perdida”, que en realidad se prolongó por varias décadas.


Ecos en el presente de EE.UU.

Avanzando a los 2020s, varias dinámicas recuerdan a aquella burbuja japonesa:

  • Acciones sobrevaluadas: La capitalización bursátil estadounidense equivale a casi dos veces su PIB, un nivel históricamente alto y mayor al de Japón en 1989. El “indicador Buffett” y los múltiplos de precio sugieren optimismo excesivo.
  • Boom inmobiliario: Los precios de la vivienda alcanzaron máximos históricos y la accesibilidad es la peor registrada: la familia promedio apenas puede comprar una casa promedio. La narrativa de “la vivienda nunca baja” es similar a la mentalidad japonesa de los 80.
  • Política monetaria ultraflexible: Tasas cercanas a cero, liquidez masiva tras la pandemia y estímulos fiscales gigantes inflaron acciones, propiedades e incluso criptoactivos. Se habla de una “burbuja de todo”.

El riesgo de la fase final

Una lección central de Japón es que las burbujas no suelen terminar suavemente: antes del desplome suele haber una subida frenética. En 1988-89, aunque muchos decían que el Nikkei estaba caro, el índice siguió trepando hasta niveles impensados. Lo mismo ocurrió con el Nasdaq en 1999.

Hoy algunos analistas creen que el S&P 500 podría aún dispararse hacia 7.500–8.000 puntos en un último impulso, antes de un ajuste profundo. No es un pronóstico seguro, pero la historia muestra que las últimas etapas de euforia son peligrosas: muchos se suman tarde y terminan atrapados en la caída.


La lección más dura

El verdadero problema viene después del estallido. Japón tardó 34 años en recuperar el nivel de 1989. En EE.UU., tras el crash de 1929, el Dow Jones demoró 25 años en volver a su pico. Cuando una burbuja grande explota, el proceso de sanación es largo y doloroso: caída de balances, pérdida de confianza, estancamiento económico.

Si la historia se repite, es posible que tras un último rally, los mercados estadounidenses enfrenten un período de corrección prolongada. El mensaje es claro: las burbujas pueden inflarse más de lo esperado, pero cuando revientan, la recuperación suele tomar mucho más tiempo del que los inversores imaginan.


Conclusión
El paralelismo con Japón no es exacto —la economía de EE.UU. es más dinámica y las condiciones globales son distintas—, pero los signos de exceso están presentes. Reconocerlos puede ayudar a evitar la trampa de pensar que “esta vez es diferente”. La historia recuerda que los momentos de euforia son los más riesgosos, y que después de un gran auge puede venir una larga resaca.

 

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